«Mujer, ahí tienes a tu hijo...
Ahí tienes a tu madre.»
Juan 19, 26-27
Todos conocemos la expresión "amor de madre" y la mayoría tendremos recuerdos entrañables de la nuestra: ternura, gratitud, sacrificio, amor. La manera en la que solemos hablar de María es siempre como "nuestra madre", existen muchas advocaciones diferentes para ella, muchas manifestaciones de religiosidad popular pero ¿Cómo descubrir los rasgos de María, madre y mujer de fe, su verdadero rostro?
Lo más importante para nuestros hijos a esta edad, es que la puedan tener como madre. Una madre perfecta y cariñosa que los quiere y los cuida desde el cielo y que quiere enseñarnos a querer mucho a su Hijo.
- Algunos proceden de su elección por Dios para ser la madre de su Hijo: Inmaculada, Asunta o Asunción, Dolorosa...
- Algunos proceden de lugares donde se la honra: Fátima, Lourdes, Covadonga, Carmen...
- Algunos proceden de funciones que se le aplican por estar unida al hijo: Consolación, Auxiliadora, Refugio, Salud, Reina de la paz...
Enseñar a los niños el Avemaría, fomentar la devoción de rezar las tres Avemarías antes de acostarse o ir enseñándoles el rezo del rosario son oraciones que los niños suelen acoger con cariño. Aunque no sean capaces de rezar un rosario entero, sí pueden rezar un misterio. La palabra Rosario significa 'Corona de Rosas'. La Virgen María ha revelado a muchas personas que cada vez que rezan un Ave María le entregan una rosa y por cada Rosario completo le entregan una corona de rosas. Como complemento cada vez que recemos un Avemaría (ya sea suelta, o tres antes de dormir, o un misterio del rosario) podemos siempre encender una velita delante de una imagen o estampa de la Virgen que tengamos por casa, ponernos en silencio y oración y preparar las rosas para que los niños las vayan ofreciendo a la Virgen. De esta manera verán la belleza que se crea en el cielo con cada una de sus oraciones, que no se quedan sólo en palabras, sino que suben, como el humo de la vela, en forma de flores a nuestra Madre.
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¿Y cómo está nuestra relación y devoción por María? Puede que vayamos a alguna romería o procesión, o a visitar su imagen en alguna iglesia. Quizá nos acordemos de esta hermosa oración para comenzar el día:
¡Oh, Señora mía! ¡Oh, Madre mía!
Yo me ofrezco enteramente a Vos;
y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón;
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
oh Madre de bondad,guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.
Amén.
Pero nuestra relación siempre será más auténtica cuando nos lleva a ser más fieles a las actitudes de María; cuando, como ella, estamos dispuestos a hacer "lo que Jesús nos diga". Como diría el refrán "hechos son amores y no buenas razones", así que si intentamos amar mejor a María, debemos intentar también agradarla con lo que más la alegra: que estemos cada día más cerca de Dios y vivamos según Él desea.
Las fiestas de la Virgen las celebramos unidos a toda la Iglesia y teniendo muy presente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, a los que durante toda su vida vivió íntimamente unida, manteniéndose en todo momento fiel a su amor y a la misión encomendada. Por eso, el acto central de estas fiestas es y debe ser siempre la celebración de la Eucaristía, con la que hacemos presente al Hijo y honramos a la Madre. ¿Qué mayor alegría podemos darle a una madre que querer y alabar a su hijo? Con María también pasa igual. Si en las fiestas dedicadas a ella, olvidamos a su Hijo, estamos olvidando lo más importante, el motivo por el que ella es precisamente nuestra Madre.
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