miércoles, 20 de enero de 2016

Tema 4. La vida es bella

“El universo es hermoso. No tendría por qué serlo. Podría haber sido solamente lógico, o podría haber sido un caos sin esperanza. Pero es hermoso.”
Guy Consolmagno, astrónomo y director del Observatorio Vaticano

Imagen: Los pilares de la Creación, en la Nebulosa del Águila.
Tomada por el telescopio Hubble

¿Qué es el universo? ¿Cómo y por qué se creó? ¿Cómo surgió la vida? ¿Tiene sentido todo esto? Seres pequeños en un universo inmenso ¿sólo producto de la casualidad? ¿de la evolución? Es importante que nos hagamos estas preguntas y las respondamos honestamente. En esta reflexión probablemente surgirán dudas, interrogantes... A los que hay que buscarles respuesta. Podemos empezar planteándonos: ¿qué dice la Iglesia de esto?
"Dios es el autor de toda realidad; esta proviene del poder de su Palabra creadora. Lo cual significa que estima a esta criatura, precisamente porque ha sido Él quien la ha querido, quien la ha "hecho". Y así se pone de manifiesto: este Dios ama al hombre." Benedixto XVI, Deus caritas est
Durante años se ha creído erróneamente que las teorías científicas contradicen el origen de un Dios creador, del universo y del hombre, y que la Iglesia Católica se opone a las teorías del Big Bang o la Evolución. La realidad es distinta y sólo se trata de definir claramente los límites de la ciencia y los de la religión, sin interferir la una en la otra (hacer religión de la ciencia llevará a error, y hacer ciencia de la religión también), pero complementándose en sus mutuos saberes. Sólo por citar algunos ejemplos ampliamente desconocidos:

  • Nicolás Copérnico (1473-1543), canónigo de la catedral de Frauenburg y descubridor de la teoría heliocéntrica.
  • María Gaetana Agnesi (1718-1799), matemática y filósofa, nombrada catedrática de la Universidad de Bolonia por el papa Benedicto XIV.
  • Gregor Mendel (1822-1884), monje agustino descubridor de la herencia genética
  • Georges Lemaître (1894-1966), sacerdote que primero desarrolló la teoría del Big Bang



Simplificando, se podría decir que la ciencia por lo tanto, busca el cómo de las cosas mientras que la religión busca el por qué. Ambas deben trabajar juntas para comprender mejor el mundo, el ser humano, y los designios de Dios para la humanidad, que implican nuestro bien y nuestra felicidad.

En la Biblia, el Señor nos hace colaboradores de su creación. Los seres humanos con nuestra inteligencia podemos mejorar la naturaleza, utilizarla sabiamente y cuidarla para mejorar la vida en el planeta. Pero, por el pecado del hombre, entró en el mundo el dolor, la destrucción y la muerte; y la creación, afectada por las infidelidades de todos los hombres, está sometida también al mal, a la frustración. Por eso Dios nos encarga cuidar la vida, especialmente la humana, y defenderla promoviendo la paz, la justicia, la libertad... Y aprender poco a poco a hacerlo a pequeña escala, en nuestro entorno.

Además, como decía en la primera cita del artículo el actual director del Observatorio Astronómico Vaticano, la creación es hermosa. Podemos disfrutar viendo la belleza de un paisaje, del mar, de la naturaleza...
"La belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una invitación a gustar la vida y a soñar el futuro. Por eso la belleza de las cosas creadas no puede saciar del todo y suscita esa arcana nostalgia de Dios que un enamorado de la belleza como san Agustín ha sabido interpretar de manera inigualable: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!»" San Juan Pablo II, Carta a los artistas

La experiencia que se puede proponer para hablar de estas cosas con nuestros hijos es hacer un día de campo, un picnic en la playa, una excursión a caballo... o cualquier contacto con la naturaleza que agrade a nuestra familia. De esa manera podemos observar en ellos la admiración por la creación y explicarles que es un hermoso regalo de Dios, es el lugar que ha dispuesto para que podamos encontrarnos con Él.

"Realizada la creación, Dios no abandona a su criatura a ella misma. No solo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. Reconocer esta dependencia completa, con respecto al Creador, es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza" Catecismo de la Iglesia Católica, 301

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